Breves


lunes, 29 de noviembre de 2010

Una noche en el teatro

Pero no un teatro cualquiera, sino la gira del legendario padre del Shock Rock, Alice Cooper: Theatre of Death.



Con una temprana apertura de puertas, a las 8, en el multiusos del Sar de Santiago, los teloneros abrieron el concierto para la leyenda del rock: La banda nacional, Atlas.

Realmente, no fueron nada destacable: Un rock que tiraba hacia la powerada. Pelos propios de un ochentero Bon Jovi o Joey Tempest, y edades que indican que se dejaron esa imagen en esa época. El color imperante en la melena del bajista y guitarrista era el gris, sin duda.
Sus canciones podrían definirse como "rock de autoayuda", con letras que insisten en letras como "sé tú mismo", "no te dejes vencer" y el tan clásico "juntos somos la revolución".
El bajista se las arreglaba para animar al público, el batera no era malo, pero el cantante estaba limitado por sus propias letras, nada innovadoras para el estilo patrio, y el guitarrista a veces "perdía" alguna nota, mientras se mataba a poner poses inmortalizadas por muchos otros guitarristas. Hay que molar, pero también hay que sonar bien.


A las diez en punto, con una precisión admirable, el telón principal cayó y Vincent Furnier, que en los setenta adoptó como propio el nombre de su antigua banda: Alice Cooper, puesto en honor de una bruja del siglo XVII.
Explosivo desde el primer segundo, el grotesco teatro del músico estadounidense aplastó a cuatro mil personas en el pabellón del multiusos del Sar. Sin duda, se nota el saber hacer.

Alice abrió con School's Out, siguiendo con No More Mr Nice Guy. Dos directos en toda la cara para postrar a los incondicionales. Un par de veces bajó el ritmo, pero las canciones siguieron siendo geniales y espectaculares, como Every woman bleed.

Siempre polifacético y teatral, Alice se cambió de indumentaria varias veces a lo largo del concierto, pasando por la clásica camisa de fuerza, el bastón y la chistera (lanzó dos o tres bastones al público), el traje de espejos de Elected, o un traje de houngan vudú para Go to hell. Todo eso acompañado de sus roadies, vestidos de verdugos, y de una actriz que interpretaba a una suerte de siniestra extranjera. El resto de músicos que lo acompañaban cumplieron con creces:

A la guitarra, el hiperactivo Keri Kelli (cuyo slogan copia a Motörhead, con su Beer Drinkers & Hell Raisers) y Damon Johnson (más pausado, pero no por ello menos cumplidor en un concierto tan teatral y espectacular). Chuck Garrie al bajo, muy bueno en su papel de segundo animador del show, en esos momentos en los que Alice se cambiaba. Sacó un sonido muy potente de su Thunderbird, y por último, a la batería, Jimmy deGrasso, que hizo vibrar las primeras filas del multiusos.
Todos estos músicos son veteranos de los escenarios. Si bien no con Alice Cooper, Chuck Garrie ha tocado en el ESP (Eric Singer Project, junto al propio Singer y a John Corabim, de Kiss), con Ted Nuggent o con Chuck Garrie ha tocado con Robbie Krieger. Damon, aparte de varios grupos propios, actualmente en Slave to the System, ha teloneado a Robert Plant, Van Halen o Aerosmith entre otros. Keri Kelli se reparte entre tocar con Cooper y con Skid Row y por último deGrasso ha acompañado a auténticos mastodontes de los escenarios, como Megadeth o Ozzy Osbourne, amén del propio Alice.
Y como no... allí estaba él.




Con todo eso, y pese a la no demasiado remarcable acústica del multiusos do Sar (no tan mala como la de as Travesas, pero bueno. En estos casos, uno se pone en primera fila, aguanta las hostias y a otra cosa), el espectáculo, porque ese es el apelativo que merece, sin ningún tipo de duda o discusión, logró que las puertas de salida no las cruzasen sino caras alucinadas y satisfechas.

Ayer acabó la gira, una gira de cien conciertos, y si os lo habéis perdido, habéis perdido una oportunidad que puede que tarde mucho en repetirse. Solo fue barato si se ve desde un punto de vista relativo (33€ del ala), hubo que desplazarse hasta Santiago, trasnochar allí, aguantar un frío de cojones, cenar en la calle, cubierto de la lluvia en los soportales a la una y media de la mañana, llegar a casa helado y hecho mierda a las nueve y media, pero... Sin embargo, si sois de los míos y anteponéis el Rock'n'Roll a la cordura, brindo por vosotros. Y por el cojonudo concierto que hemos visto.
Sin duda, tenía que haberse presentado a las elecciones. Yo le habría votado.




Semper fi.


Ukio.

(Las fotos cuando las saque del móvil, y con ellas vendrán las de Motörhead).

3 comentarios:

Paul Allen dijo...

Como si te lo hubieses pasado mal en el post-concierto, so bastardo.

Ukio sensei dijo...

Lo pasé bien, sin duda. Has sido un guía ejemplar.
Sin embargo, de haber tenido los dos más suerte, tú habrías podido ser un guía ejemplar en un día menos frío, por ejemplo. O en una ciudad que no muriese a las 5.

Por cierto, realmente en esa pizzería, sentí como la hostilidad me ponía en guardia. Creo que es porque las mesas están muy próximas las unas a las otras, y a esas horas de la noche, uno tiende a ponerse más territorial de la cuenta.

Paul Allen dijo...

Me contentó matar gente en el GTA.
Ya te digo, volvimos a la edad de las cavernas.
Tan pronto se poso la pizza en la mesa supe que tenía que zampar más que nadie, o moría de frío afuera.