Breves


jueves, 16 de septiembre de 2010

Cuarenta años de silencio

Hoy es, como algunos habréis visto en la prensa, el cuarenta aniversario de la muerte de Jimi Hendrix. Hoy, hace cuarenta años, en Londres, se apagaba el sonido de la mejor guitarra que había poblado el mundo en ese momento. Y puede ser una frase manida y muy vista, pero hay un hecho claro: Jimi es, actualmente, mundialmente reconocido, por encima de muchos otros grandes músicos de la época, como por ejemplo Duane Allman, Jeff Beck o incluso un genial Clapton que reinventaba el mundo a golpe de wah wah con Cream.
La época del rock psicodélico nos dejó grandes referencias musicales, de eso no hay duda, por no hablar de todos esos músicos de jam session que no tuvieron suerte, de los que solo podemos preguntarnos que habría podido ser de ellos de haber logrado llamar la atención del público.



Jimi era un hombre inquieto, ansioso por explorar nuevos horizontes con sus seis cuerdas, buscando nuevas formas de envolver el sonido en una continua evolución de sus raíces de rock y blues. Los últimos discos son prueba de nuevas y extrañas formas musicales, como esa genial Machine Gun (dedicada a Iota Pi)



Sin embargo, aunque todos nos imaginamos a ese Hendrix ruidoso y eléctrico, muy probablemente bajo el consumo de alguna sustancia alucinógena, restregando su guitarra contra el amplificador a empujones de cadera, se dice que en realidad, Jimi era un hombre tranquilo y apasionado. Odiaba la heroína, droga favorita de una novia suya. Jimi decía que cuando ella se chutaba parecía muerta. Sin embargo, muchos listillos te dirán que murió de sobredosis de caballo.
Su muerte es una historia curiosa y oscura, rodeada de conspiranoias que serán contada en otro momento (si es que no las conté ya).

Pero ahí lo tenemos. Para que os hagáis a la idea de como hacernos flipar, sin poner la velocidad al límite: Voodoo Child. Todos conocemos la canción, pero casi siempre es el "slight return". Yo no hablo de esa Voodoo Child fuerte y poderosa, sino de una lenta y desgarrada. La Voodoo Child original del Electric Ladyland. Catorce minutos. Recostaos, cerrad los ojos, y escuchad:





Y por último, como no, Hendrix era sobre todo, un apasionado de la música. Escuchaba todo lo que podía, sobre todo a su muy admirado Bob Dylan, a quien "tomó prestada" una canción que Dylan nunca podrá volver a recuperar. Sin duda, el All Along the Watchtower de Hendrix es insuperable.
Pero esa está muy vista. ¿Que os parecería algo de los Beatles?




Puestos a hablar de Jimi, tendremos una última carencia: Esa mítica versión, furiosa y electrificada del himno yankee, arrancada en pleno Woodstock de una guitarra que trascendió la forma física. Y no solo la guitarra: Dicen las malas lenguas que esa cinta que Jimi llevaba en la cabeza estaba empapada en ácido, de modo que a medida que sudaba... Bueno... Ya os imaginaréis.


Un brindis por Jimi, señores. Guitarrista, genio, visionario, salvador y mesías del rock'n'roll.


Semper fi.


Ukio